"Se agarraron a dos horas de balazos", dice la canción, y lo mismo duró mi recital de final de semestre. Largo es el olvido, las filas del banco, y ciertamente las audiciones de piano; esperé dos horas y quince minutos para tocar, y pasé por muchas emociones, nerviosismo, fascinación, resignación, desesperación, negación, y, finalmente, decepción. Bajé del escenario avergonzada de mí misma, ¿por qué se detuvieron mis articulaciones, se endurecieron mis falanges, temblaron mis dedos?
Me felicitaban, me abrazaban, me decían que había sido lindo. ¿Por qué me mienten? Hubiera preferido un "Lo harás mejor después", todavía mejor que nadie se me acercara. Quería que terminara pronto, y sin embargo duró más: Carmen nos citó a todos en los camerinos, nos habló de nuestro desempeño y nos dio nuestras calificaciones.
Diez.
Me esforcé en el semestre, saqué mis piezas, las toco bien. Pero no ese día, y era tan difícil recibir un "diez" por algo que en ese momento no demostré.
-Sí, bueno, discúlpenme, pero yo necesito alcohol.
-P-pero... ¿en lunes?
-Lluvia, ese fue mi examen final, y me fue del asco: necesito alcohol.
Lluvia y Gabo fueron a verme y a pseudo celebrar el loliday, que, por petición mía, fue de 9 a 12 de la noche en un bar en el centro.
El coord de ese día. Para la audiciónlolidayahogarlaspenasenalcohol.
Al día siguiente estaba derrotada. Dormí hasta las diez de la mañana y me la pasé acostada en pijama frente a la computadora: no fui ni a la audición de Paco ni a clases de francés. No quería tocar el piano, huía la mirada y los dedos del instrumento mientras recordaba con impotencia la escena del día anterior, pero si algo he tenido que aprender es que las cosas no se terminan sólo porque uno se encapriche en ello, al día siguiente tenía examen teórico y práctico de Clasicismo y todavía tenía que practicar la sonata para violín y piano de Mozart.
Ridículos y adorables gatitos que ya han crecido y me despiertan en la mañana. Esta semana comenzaron a salir de su madriguera entre mi ropa para pasearse entre mis pies mientras me quito la pijama. Se parecen taaaaaaaan poco a Galleta.
Presentamos la sonata completa y el maestro rechazó nuestro primer movimiento para la audición pública, ese que habíamos estudiado tanto todo el semestre: Diego (violinista) y yo teníamos la moral baja. Nos reunimos a estudiar el tema y variaciones que nos pidió pero el amargo sabor de boca no se iba. No podíamos dejarlo pasar, así que, ya con los dedos calentados, tocamos el primer movimiento de la sonata como tanto practicamos: fuimos con el maestro y le pedimos dejarnos tocar. Accedió y por fin algo fue menos mal.
Al día siguiente el instituto de idiomas me tendría la noticia de la cancelación de mi grupo de francés. Nos despedimos con un abrazo y buenos deseos. Pensé en todo lo que había empezado y terminado en tan sólo un semestre, en lo mucho que extrañaría a Félix y a esa maestra.
Salí a comprar una dona y terminé con un molde para pastel, la comida del día, ropa y un coqueteo de la guardia de seguridad.
Ahora que hace calor me doy cuenta de que mis vestidos no me suficen, además de encontrar una blusa que va justo con mi guardarropa loli~ ¡Hace mucho que quería agregar blusas chifonosas a mi clóset~!
El viernes era el último examen teórico que tenía. Hice fila hasta llegar frente a la maestra.
"Exenta".
Salí dando un gritito y un salto. Fui a satisfacer mi antojo de papas (antes comía papas como una vez cada dos o tres meses, y con la llegada del fin de semestre aumenté a una vez por semana) y mientras esperaba qué hacer en lo que llegaba Diego para ensayar paseé mis ojos por la molesta etiqueta que le ponen adentro a las papas cuando lo vi
DOSCIENTOS VAROTES PARA GASTAR EN UNA PIZZA DE DOMINO'S, NENAAAA!!!
Me hizo pensar en cuántos premios no habré dejado ir ese mes de comilona de papas por no hacerle caso a las etiquetas.
Di vueltas, salté, sonreí, abracé el pedazo de papel y dije,
¿por qué no?
A tocar el piano~