Desde que mis gatos llegaron a mi vida los contaba como paquete. Los dos tenían que dormir juntos, comer a la misma hora, estar en el mismo lugar, y si uno iba al baño, pues de una vez que fuera el otro. Poco a poco me hicieron saber mi error al rebelarse como seres independientes, y aunque fue difícil comencé a entender que eran dos pequeños individuos diferentes.
A pesar de haber nacido de la misma madre en la misma camada, Panquecito siempre fue más pequeño; nuestra teoría es que recibió poca leche de la madre, y lo reafirmamos por su constante perseguir del costado de su hermana al dormir, como buscando una tetilla para mamar. Su pelo no creció tan suave y bello como el de su hermana, y su cara era torpe como sus acciones; se volvió un desmadre al crecer, un rebeldillo que se harta de ser agarrado más de diez segundos, y sin embargo de los dos es quien más pide mi atención y necesita que lo acaricie por lo menos tres minutos sin parar.
Por un par de semanas, cada vez que me escuchaba practicar en el piano se recostaba a mi lado y dormía hasta que terminaba, y de los dos, es quien siempre ha disfrutado más dormir cerca de mí, desde que llegó a la casa y dormía en mi cuello, en mi cintura cuando veía series en la computadora o en mi almohada algunas noches.
Cuando era pequeña, Galletita era una diabla, siempre corriendo de un lado a otro; fue la primera en aprender a subirse a la cama y a los sillones, pero en cuanto fue creciendo se tranquilizó, y ahora juega moderadamente. Aunque le quedan todavía dejes de travesura cuando juega con Maromi o se avienta a los cordones de las cortinas y se balancea de un lado a otro hasta que las desata, a veces, aún después de que el cordón caiga al suelo, sigue haciendo malabares que sólo la espina dorsal felina y los músculos entrenados de un acróbata del Cirque du Soleil podrían hacer.
Al principio era bien nena para comer algo que no fueran croquetas y los corajes que me daba que me dejara la carne que había traído sólo para ellos. Ahora ya a fuerza de trancazos y porque no siempre podemos conseguir croquetas ingiere comida "normal", le gusta particularmente el huevo. Ya se ha llevado sus regañadas por quitármelo del plato cuando no veo.
A la hora de dormir, Galletita escoge un lugar lejano en el espacio en el que estemos, pero nunca que no podamos compartir calor. Cuando duermen en las tardes, separados, invariablemente se buscan en sueños y terminan acurrucados juntos.
Los conozco como a personas, sus maullidos, sus miradas, su manera de acercarse a mí, entre ellos o con otros, y ellos a mí, saben mis horarios de salida y llegada, mis órdenes de alejarse de la comida o regresar a la casa. En mi vida normalmente solitaria, son mi silenciosa compañía, y aunque es algo que las personas cercanas a mí o mi familia no puedan entender, sé que cualquier persona que tenga un gato y lo quiera, lo comprende.
Panquecito se fue. O se lo llevaron. El caso es que no está.
Lloré mucho, pero ninguna de mis lágrimas lo trajo de vuelta. Quién diría que llorar no lograba nada.
No han pasado dos días y siento un vacío.
Mi perrito se ha perdido
de orejas y espalda blancas
siempre solíamos estar juntos
Con lágrimas en los ojos
vivo el día a día
Por favor, rápido, vuelve a casa...
Incluso si llueve o hace viento
prometo sacarte a pasear...
Por eso, rápido, vuelve a casa...
Hacía alrededor de diez años que no tenía una mascota, así que cuando conocí "Wo qui non coin" no entendí cómo se sentía, pero sabía que no quería sentirlo.