En mi proceso de tener uno de mis cortes de cabello soñado, fui con la cuñada de mi hermana a que me cortase el cabello. De vez en cuanto resulta agradable charlar con ella, si a eso que hacemos en lo que ella habla y habla mientras yo río se le puede llamar charla, así que comenzamos con el protocolo.
Yo tenía algunas quejas sobre la actitud de mi sobrina y de mi hermana, que siempre tanto ruido me hacen, y al parecer ella también.
A sus polluelos nueve años la niña es una manipuladora, actúa como una chica rebelde y mimada de quince, y su madre sólo la atiende cuando se porta así, pero cuando brota su naturaleza de infante y de necesidad de amor y protección más que de cosas materiales, la ignora y maltrata.
-Tan lista que es mija - decía ella- Y luego se siente bien bonita y toda a la moda, así que hasta camina y mueve las caderas como si de veras.
Me acordaba de cuando era pequeña. Con su cabello cortito y diciendo montón de cosas ocurrentes y divertidas; con una personalidad marcada aún a pesar de tener sólo tres años, la recordaba llamándome "tu tía" porque creía que el "tu" era parte del nombre.
-Era tan linda. -se me escapó en el recuerdo.
-"Es" - me corrigió ella- Porque todavía sigue viva.
Sonreí.
Ah, esa vieja creencia que solía tener en primaria, aquella que decía que si te referías a alguien con un verbo en pasado, significaba que esa persona ya no estaba: había fallecido. Y es que es mucho para un niño entender que algo puede dejar de ser y todavía vivir. Alguien puede cambiar y convertirse algo diferente, despidiéndose de la cualidad que antes poseía.
Quizás también sea mucho para entender incluso para una persona adulta.