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Cuencamé es de los tlaxcaltecas y ya nada volverá a ser lo mismo

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Detesto las vacaciones.

Cual reflejo pavloviano he aprendido en los últimos 8 años desde que dejamos de vacacionar para pasar a visitar a los pajarillos que se han ido del nido paternal son sólo un encierro incomunicado con personas con las que estás destinado a pelear por alguna estupidez en algún punto del día.
Aún cuando ha habido sus excepciones, esa enorme y desagradable experiencia me hace rehuirle a salir de la ciudad con mi familia, y es por ello que intento quedarme aunque nunca tengo éxito.

Maravillosamente, mis padres decidieron no ir a visitar a mis hermanos, puesto que la semana anterior ellos habían viajado hasta acá, así pues, buscamos un lugar para viajar, y terminamos yendo a Puebla.

 
 
(1) Presidencia municipal [CREO]. (2) Murales al interior de la presidencia. (3) Techo de una oficina de gobierno. (4) Camino hacia el exconvento de no sé qué Virgen.
Tlaxcala, Puebla.

Pero no había hoteles libres JAAAAAAAA! Así que nos quedamos tres días en Tlaxcala, (a la que igual planeábamos ir).

Nos pareció un rancho menos pintoresco de lo que imaginábamos. Cuando íbamos llegando sólo se veían las casas en pobre estado, con sus propios maizales y caballos flacos en el patio, al más puro estilo de los estereotipos gringos.

Sin embargo al llegar al hotel la cosa fue diferente, puesto que era todo náis, con alberca, patios, juegos para los niños, salones de convenciones (que de hecho tenían conferencias), y restaurant bar, todo con una decoración rústica y cara bonita.



  
 
(1) Vista de los patios del hotel desde el cuarto. (2) Dibujito de un árbol con un conejo en la base hecho con el vaho sobre la ventana de la habitación. Relevante por alguna razón desconocida. (3) Restaurante camino al ex-convento de la Virgen de noséqué. Vendían chapulines y chinicuiles. No comí nada porque estoy a fucking dieta. (4) Vista de atrás de la Iglesia de San Pedro [CREO].
Tlaxcala, Puebla.

En fin, pasamos el día tratando de ubicar los museos y lugares de interés, pero no viendo realmente nada, así que sólo tomé fotos random. (Bien... En general siempre tomo fotos random).

Los taxis son encojonadamente caros, pero para mi suerte los pagaban mis padres, que si por mi fuera me iba a pie entre pueblos (porque el hotel estaba hasta la orilla de la ciudad, colindando con otro pueblito), pero por otra parte, nos dimos cuenta de la poca condición físicoturistera que tenemos ya: nos cansamos muy rápido, buscábamos cosas específicas y, cuando has visto varios museos, tienes mayores expectativas de lo que puedes aprender de éstos. En definitiva estar con mis padres me hace envejecer con ellos. (Pero eso es un tema que tocaré en la siguiente entrada, en el resto de nuestras vacaciones).

Al día siguiente nos levantamos temprano, fuimos al mercado a desayunar, (otra cosa que también es encojonadamente cara es la comida, de veras que yo sentía que estábamos gastando casi como España) y decidimos ir a las ruinas de Cacaxtla.



 
 
(1) Iglesia que encontramos por ahí mientras subíamos una cuesta hacia las ruinas. El chiste de la "toma" es que está entre los dos volcanes. (2) Adentro? Arriba? de Cacaxtla. (3) Restos de mural en una de las habitaciones del rey. (4) "Mijo, algún día todo esto será suyo" Camino y vista de la otra pirámide. Porque básicamente Cacaxtla era donde vivía Peña Nieto y la otra perdonennorecuerdosunombreporquenofuimos donde vivía la prole.
Cacaxtla, Puebla.

Yo estaba secretamente emocionadísima hasta el tope porque aaaaaaaamo las ruinas. Desde pequeña hemos visitado México con el propósito de ver las pirámides, las distintas culturas, vasijas, rituales y así~, y pues ya, me volví una ñoña de la historia para siempre.

Hacía mucho que no visitábamos una ruina en México (8 o 9 años) así que era un placer sentir el aire presionado y el cansancio de subir las cuestas para llegar a la zona arqueológica; ver el paisaje de variados tonos verde y esa extraña sensación de que el cielo está limpio de nubes pero el sol no quema, sentir el suelo naturalmente fértil, la grama, el camino sinuoso y andado, el olor de las pirámides...

Es una experiencia muy peculiar, algo que sólo comprendes cuando haz pisado ese suelo atiborrado de naturaleza, y cuando haz olfateado ese perfume que trae consigo la piedra.

Lamentablemente me quedé con las ganas de sentir la piedra en mis pies, y subir los montones de escaleras, contar y sentir que nunca llegas, y que extrañamente cada que volteas a ver el paisaje al pasar los escalones se ve distinto.

Igual y yo era simplemente una niña con mucha imaginación.




Después de todo siempre he tenido esa mala maña de pensar mucho.



 
 


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